Una vez conocí una chica. Iba con el pseudónimo de Natalia. Se llamaba Daniela, pero por cuestiones, se hacía llamar Natalia. Después lo dejó, y fue, simplemente, Daniela. Me enteré el otro día que tuvo a su primera hija hace poco. Natalia.
Conocí a otra chica. Se había casado hacía poco con un muchacho, Martín, hermano de Agustín, su gemelo. Que, lamentablemente, había muerto a las horas de nacer. Después de unos meses, ella quedó embarazada. Agustín nació sano y sin problemas.
Una que supo ser mi amiga salió con un muchacho casi un año antes de saber que el nombre del muchacho con el que salía era ficticio, se lo había dicho en chiste el día que se conocieron, porque pensó que el suyo, el real, sonaba medio anticuado, y no se había atrevido a confesarle la verdad.
Conozco una señora, no digamos mayor, a quien todavía algunas personas llaman por el que, no saben, es su nombre de fnatasía. Lo curioso es que son varias personas, y varios nombres, porque la señora iba dando nombres falsos aquí y allá.
Conocí un muchacho que todos llamaban Willy, y nadie sabía cómo sa llamaba. Una vez me enteré, pero no dije, nada, y además nadie le llamó nunca por su nombre, tal vez su madre, no sé.
Hubo un caso, incluso, de un buen hombre al que llamaban por su apodo, y los parroquianos, al desconocer su nombre, lo inferían de su apodo. Y así le llamaban por el que —creían— era su nombre. Y después, con más confianza, le inventaban nuevos apodos, derivados de este nombre.
Hay muchas historias sobre nombres, no?