cuando lo anormal se vuelve normal

llegaba al aula, como siempre, esquivando alumnos. me paro a dos metros de la puerta, dejo entrar a todos (el que entra detrás mío tiene tarde) y escucho, perdón, usted es el profesor?
en resumidas cuentas, una chica, al lado de otra chica. la una, acompañante terapéutica, maestra integradora, lo que vos quieras; la otra, una nena de cuarto año que tiene artritis reumatoidea (?) y estuvo faltando desde principio de año, y ahora se reincorpora. me dice la chica que para ver cómo, qué, cuándo, etc. le digo que le buscamos la vuelta, que nm se preocupe. vos entrá y sentate, nomás, dale.
le pregunto a la chica si está en condiciones físicas de mantener una regularidad en el resto del año. me dice que sí. le pregunto si la nena est, pero antes de que diga nada, me dice que intelectualmente, está diez puntos. le pregunto cómo está anímicamente. me dice que bien, siempre teniendo en cuenta que tuvo una operación de cadera y tiene que andar con muletas. perfecto. me dice que ella igual va a estar en el colegio, por si acaso. le digo que bueno, yo igual. fin.

al rato, recreo. la cruzo de nuevo. nos ponemos a hablar, qué sé yo cómo. me dice que la nena se obsesiona con darle átomos, que no puede parar de 
copiar cosas, completar la carpeta, lo que sea, porque teme llevarse materias. sonrío por dentro, los nerds somos una raza rara, pero muy unida. le explico que, me parece, es más importante la parte anímica, de integración, que la académica. me dice que en los recreos la nena está sola. es entendible, porque apenas camina, un embole. le repito que, más aún siendo así, la parte a trabajar es la afectiva y emocional, no la académica (eso está en los libros, aunque a los profes les moleste admitirlo). le propongo dos o tres —bastante simples— opciones para ver de integrar a la nena.
entonces veo que la chica se quita seis pesos de encima. ay, gracias, me dice, de verdad, porque hablé con no sé cuántos profesores, y sos el primero que me dice algo así.

el resto no importa. yo no digo esto para que se note lo groso que soy (porque yo soy groso y no necesito demostrarlo, y porque mi ego no cabe en sí mismo, sí, lo que quieran), sino para que reflexionemos, por un instante, sobre la situación en la que estamos.

freud decía, aprovechando que estamos en la onda psicológica, que cuando lo que no debería ser normal se convierte en nnormal, estamos fritos. lo mismo aplica —porque es lo mismo con signo cambiado— cuando lo que debería ser normal se vuelve excepcional, increíble, heróico. yo no hice con es chica ni un ápice más de lo que, me parece a mí, cualquier profesor debería hacer. o decir. yo no soy particularmenbte copado —lo sabe dios— ni nada por el estilo. soy exigente, demandante, perfeccionista, etc., pero esto es lo menos que cualquiera merece; que de un staff de quién sabe cuántos, sea yo el único pejerto que pueda ofrecer tan miserable consideración, realmente, es para preocuparse. así es, parece, el mundo en el que vivimos estos días.