a veces no entiendo

+ existe un grupo de verbos a los que se conoce como verbos performativos. son, para ponerlo sencillamente, los que alteran la realidad, los que hacen algo, al ser pronunciados. prometer es un claro ejemplo: yo prometo x. existe la promesa, y cambia la realidad, a partir de que lo digo. jurar, ahí tenés otro. como declarar a alguien marido y mujer, ponele: lo son a partir del momento que se los declara (pronuncia) como tales.
a mi me gustaría, sin embargo, considerar la idea de que todos los verbos, o las oraciones, o los textos, tienen esta función, al menos en cierto grado.
si me cruzo con alguien en la calle o en una oficina, e intercambiamos unas palabras, y la persona me pregunta mi nombre, y yo contesto ricardo, ya está, me llamo ricardo. para esa persona yo me llamo ricardo. la realidad es esa, y no hay, al menos a priori, motivos para cuestionarla ni dudar de ella. entre las implicancias más importantes está que yo puedo ser lo que yo quiera ser, si puedo decirlo, y que si logro tener cierta credibilidad, después puedo utilizar el mismo recurso sin miramientos, haciendo performativas —verdad— todas mis oraciones. es el escenario perfecto para una ad hominem, como le decimos en el barrio.
un ejemplo sencillo, y cotidiano, sería decir que clarín miente, y después concluir que todo lo que esté publicado en clarín es mentira. que no es más que lo mismo que suponer que fulano, que sabe mucho de verduras, no se equivoca nunca cuando habla de percheros, y que si lo dice fulano, ha de ser cierto.
pero no me quiero desviar del asunto, yo nada más quería llamar la atención al hecho de que las palabras tienen mucho poder, y que construyen realidades, y demás sarta de cosas que otros dijeron antes y mejor.
ah, y para los que todavía me preguntan, no, mi nombre real no es ricardo, sino roberto.

+ a veces no entiendo la obsesión con la vida, que logra cualquier cosa menos permitir la vida. pero claro, nunca estuve en ninguna situación simnilar. ahora lo veo al chiquito este renzo, meses peleando por un transplante de corazón, enfermedades, etc... entiendo que uno no pueda dejar morir a otro, lo entiendo en principio, pero empecinarse en extender hora, días, minutos, una vida que probablemente no vaya a durar mucho más que eso, y en situaciones que en muchos casos no son ni siquiera de lo que uno podría llamar vida (cerati podría ser un ejemplo, pero seguro hay muchos más, gente sin publicidad y con casos todavía más significativos), no sé, me parece más enfermo que sano, más morboso que apegado a la vida, no sé. luchar y hacer lo posible es una cosa, negarse a ver las cosas como son es otra, muy distinta. pero todo esto no puede decirse, porque un batallón de alguienes dirá que qué hablás si a vos nunca —por suerte— te tocó. así que no voy a decir nada.

+ supongamos, por un momento nada más, poir jugar, nada más, por poner todas las fichas donde nos conviene, por un momento, que se trata de un buen tipo, en el sentido amplio y sencillo de la palabra. nadie especialmente bueno o malo, se entiende, un buen tipo. que como todos los días, sale a hacer lo que hace todos los días. que tiene un laburo, como los tenemos todos. que hace su trabajo como todos los días, como lo hacemos todos. y se manda una cagada, como nos las mandamos todos, por motivos inesperados, impensados, inexplicables, absurdos, incomprensibles, estúpidos, como nos pasa a todos. y se le descarrila el tren y se matan muchas personas. ¿cómo hacemos?
lo más fácil es desearle el paredón, y decir que es un hijo de puta, que iba hablando por teléfono (así titularán los diarios), que venía distraído, que no prestó atención, que con un tren a cargo no podés descuidarte, mil cosas más. que tal vez sean ciertas. que tal vez hasta sea cierto que el tipo es completamente —y, supongamos, por jugar, el único— culpable. supongamos todo eso. pero no olvidemos que el tipo era un buen tipo, que fue a hacer su trabajo, como lo hacemos todos, y se mandó una cagada como lo hacemos todos, y que ahora, como suele pasar, se evalúa su tarea como de una importancia y delicadeza que nunca le habían expresado en su recibo de sueldo ni en las charlas de café donde se hablaba de lo sencillo de apretar dos botones y mover una palanca para manejar un tren.
supongamos, entonces, que ese era un buen tipo, que se mandó una cagada, y miles de otros buenos tipos, desde la casa, en la sobremesa, mirando el programa de turno, lo despellejan vivo, y duermen después tranquilos, sintiendo que ellos son mejores.
supongamos, nada más, si total es sólo un juego...

+ me agarró eso de pensar qué le diría al mí de los 12, o los 15 o algo así. no le diría nada, creo. es decir, le podría decir mil cosas, pero no creo que ninguna sea muy relevante, ni lo suficientemente importante. ni creo que me daría bola, tampoco. ni creo que esas, algunas de esas cosas, funcionen hoy, ni siquiera, y capaz que incluso alguien me las haya dicho en su momento. creo que lo que intento decir es que la vida es lo que es, y siempre será lo que será, y si vuelvo y me digo que no haga tal o cual cosa, haré otras; siempre conseguiré mandarme grandes cagadas, y zafar de otras. no me tiré abajo de un tren ni me corté una gamba ni maté a nadie ni me limé el cerebro tomando drogas ni... nada importante, nada que valga la pena decirme. all in all, yo creo que hice las cosas todo lo bien o mal que podría volver a hacerlas. y hasta creo que las hice bastante bien, la verdad...