un tren

+ deporte, aquel eterno enemigo.

+ yo voy a un curso, a una clase, un seminario, descubro que eso ya lo sabía, y me fastidio, y la gente piensa que es pedantería. puede ser que sea, o puede que la gente sea pelotuda, y no sé dé cuenta que sus limitaciones o ignorancia no tienen por qué ser las mías. o alguien quiere volver a la secundaria?

+ silencioso, le toma tiempo arrancar. en general, avisa que va a arrancar, y una vez que toma velocidad, va muy rápido, y no hay quien lo pare. tien un rumbo claro, y no se mueve de él. hay un camino, prefijado de antemano; sabe de dónde sale, y a dónde quiere llegar. le cuesta frenar tanto como arrancar, y arrasará con lo que se ponga en su camino, no tanto por gusto, sino porque es inevitable. no hay clima que lo detenga, y sólo un hombre lo comanda. es un tren. soy yo.

+ es muy extraño el concepto que el hombre moderno tiene de «vacaciones». se pasan horas en una ruta, en un vehículo de dos por dos, para llegar a un lugar repleto de la misma gente que los rodea acá, para ocupar un espacio en una playa que es sucio y reducio, ruidoso, público, etc, para después, por la noche, salir a comer a un restaurante en el cual no se peude ni hablar del ruido que hay (comerían mejor en sus casas), para repetir el proceso al volver. y todo esto al gastando el doble de lo que gastarían normalmente. a esto llaman vacaciones. es raro, me parece.

+ ¿qué clase de enfermedad tiene la gente que se refiere a su pareja como mami, papi, bebé, etc..?

+ los cumpleaños son una situación muy interesante. a los festejos, me refiero. se puede saber mucho de una persona en función de cómo festeja su cumpleaños. o de cómo no lo hace, por supuesto. y partiendo de la base de que nadie más inapropiado e infortunado para hablar de cumpleaños, lo siguiente:
fui el otro día a un cumpleaños de un amigo de novia, muy entusiasmado, si se entiende, porque era en un barrio caro de la ciudad. esperaba una locación cara y lujosa, comida y bebida al tono, un edificio muy así, vecinos muy así, todo muy así. no sé, esas cosas, prometía. es lo esperable de alguien que elige alquilar un departamento en un edificio caro, en un barrio caro. para no aburrirles, les diré que fue el festejo más caído al que haya ido en los últimos quince años. mlos míos al menos tienen gritos, piñas, llantos, pero este, ni eso. el sum muy lindo, muy lindo el balcón y el sillón. punto. la cerveza, quilmes y brhamma. la pizzeta, sosa, sin sal, poca y sosa salsa, queso de a partes. la fainá, dios no lo permita, no se la podía llamar así siquiera. los vasos, pese a que todos éramos adultos, de plástico. hasta las papitas eran pedorras. había coca, sí, pero el fernet, en botellitas pequeñas, como si fueran a venir niños a beberlo, o fuéramos enanos. la música, de fondo, como para evitar el silencio, nada más. regalos, no vi. la atracción de la noche fue la nena, hija de uno de los invitados, sobre quien se posó la atención la mayor parte del tiempo. y yo me pregunté qué llevaría a esa gente, que prometía tanto, a hacer eso. la torta era rica, pero la había traído una invitada. eso sí, el portero eléctrico tenía cámara, y el ascensor era muy amplio, y abajo había un señor de seguridad, que estaba aburrido a las 21, cuando llegamos al cumpleaños, y así seguía a las, no sé, 2, cuando nos fuimos. capaz en ese edificio todo fuera aburrido, no sé, se me ocurre ahora...